sábado, agosto 12, 2006
Debo haber tenido unos 16 ó 17 años cuando mi pololo (ahora marido) me llevó a una charla que iba a ofrecer un filósofo importante en La Escuela. Con mayúscula porque era todo un hito en Viña, era la escuela donde estudiaban arquitectura los volados y los locos, donde estudiaba mi pololo, donde luego estudiaría yo y donde ahora estudia también mi hija...quién lo diría. Pero en ése entonces yo sólo sabía que venía este señor importante y que iba a escuchar algo también importante. La sala, el ágora, estaba repleta de estudiantes sentados hasta en el suelo. Algunos profesores sentados en sillas tras una mesa y allí él el invitado. Comenzó hablar, creo que en francés. Aunque hubiese sido en castellano de todos modos no hubiese entendido nada, era demasiado intelectual para mis 17 años. Quizás lo sería aún ahora. En mi necesidad de evasión del profundo aburrimiento que me embargaba, me dediqué a dibujar. Dibujé a todos los viejos fomes y aburridos. Algunos de esos viejos tenían la edad que yo tengo ahora. Francois Fedier, el expositor invitado, hablaba densidades conceptuales que traspasaban el aún más denso humo de las decenas de cigarrilos que se fumaban y que otorgaban al ambiente una intelectualidad indiscutible. No recuerdo absolutamente nada de lo que se habló. Pero Fedier habita en mi imaginario hace 25 años, abstraído en un par de líneas que, como dice Pablo, cada vez se parecen más a él.