sábado, enero 28, 2006


Manolito hermoso, cuando tenía 4 años y era regalón, y ahora que tiene 19 y bueno, recién esta volviendo a dejarse querer. En el retrato de adulto no se parece mucho, me salió más parecido a un árabe, demasiado narigón, Manuel es más lindo en realidad, pero igual el dibujo se parece a él, por ejemplo en el gesto indolente, en la actitud de no estoy ni ahí con todos ustedes, déjenme escuchar mi música tranquilo, un poco rebelde sin causa. Pero a los 4 años algo de esto se intuía ya, lo vislumbro en un gesto de su boca, en el ceño fruncido, la seriedad encarnada. Igual mi hijo tiene sus facetas dulces, aunque no le combinen mucho con su imagen dark y bohemia, y una de ellas es su debilidad por las guaguas y los niños, por ejemplo su hermana chica o su sobrina. Incluso guaguas ajenas, o niños en la calle. Manuel se fue hoy a subir el monte Tronador, en la décima región, por 15 días, a pié, con el Mau y el Grimbal. Partieron con mochilas y petacas, cuídate Manuel, si ya sé!!! Ya sé que sabes pero cuídate igual, no hagas leseras, bueno ya, chao. Y yo me quedo pensando que frágil es nuestra existencia, ayer 4 años, hoy 19. Y mañana quién sabe.

viernes, enero 20, 2006

Bueno, y se fue hoy la Ricarda a las 4 de la mañana de vuelta a Brasil, con toda su familia. Ya han pasado muchos años desde este dibujo, ahora esta muy cambiada, aunque igual de hermosa. Aquí en el dibujo tenía 15 años, estaba enojadísima con un alemán loco que en el albergue hablaba de colonizar, de invadir sudamérica, o algo así. No me acuerdo mucho. Estábamos en Punta Arenas en un gimnasio o galpón, preparándonos para viajar al otro día a las Torres del Paine. Afuera llovía a cántaros. La Ricarda traía fresco desde alemania su look punk, pelo teñido negro y levantado con mucha laca, ojos delineados, zapatos puntudos, mucho rouge, minifalda y panties de punto rajadas en los muslos. Aquí esos códigos visuales no se leían, ninguno de nosotros los entendía, y menos los pajaritos de las Torres del Paine!

lunes, enero 16, 2006

Dibujar por dibujar, sin encargo, con todo el tiempo, sólo por el placer de dibujar. Así nos pusimos con mi tío esa tarde de verano tardío en Marburg, a dibujar el tilo del patio de la casa. Mientras, los niños improvisaban una obra de teatro que nunca entendimos muy bien. A lo lejos, se escuchaba la autopista. Entre el follaje de los árboles, sobre el monte, el castillo. Cuando tenía 15 años y fui la primera vez a alemania, mi tío cambió de alguna manera mi modo de dibujar. En aquella época yo dibujaba sólo líneas, todo era contorno, que a veces rellenaba con tonos más oscuros. Entonces me dijo que probara con texturas, claros y oscuros, sombras y luces. Fue difícil, me resistí en un comienzo pero después me este ejercicio me ayudó a afinar el ojo. El año pasado cuando estuve en su casa me regaló un libro delicioso, bien empastado, de hojas blancas, buen formato, de esos que acá no se encuentran. Delicia de artistas y diseñadores. Y de arquitectos también!. Lo inauguré con este dibujo, y él me acompañó dibujando en el suyo. Momento grato, el de dibujar sin prisa, acompañada en una complicidad que sólo los que dibujan de a dos, pueden entender.

miércoles, enero 11, 2006

Mi wachita querida que me dice con todo entusiasmo en sus ojitos brillantes:"mami,¿pintemos?"y me abre su acuarela nueva de dos pisos que le mandó de regalo su tía Ricarda de alemania, y con toda ceremonia llena un vaso con agua (apenas alcanza al grifo de la cocina), le roba unas hojas carta de la resma a su papá, busca pinceles y se instala esperando de mí la complicidad que estoy lejos de tener después de un día de pega, pega y más pega, lo único que quiero es tirarme en la alfombra y estirar la columna, cerrar los ojos, pero no me puedo negar a sus ojitos oscuros, su sonrisa de dientes de leche y su "yapos, pinta!"...tomo el pincel y sé que no me va a salir nada, ni siquiera sé qué color elegir, meto los pelos en el negro y miro la ciudad por el ventanal...Valdivia de noche..."no se me ocurre qué pintar" le digo sin ganas mientras su pincel baila sobre la hoja blanca haciendo aparecer flores, caballos alados, arcoiris, y yo como tonta parezco un maniquí de vitrina picante..."Mami, pinta poooo..." Bueno, la miro y empiezo lentamente a dibujarla, a ella, la hermosa, mi amor, mi vida, y de a poco me voy metiendo, hago un dibujo, hago otro, ella goza viendo que las dos pintamos y me conversa de los colores, de que cambiemos el agua mejor, que cuál color te gusta más, que si los arcoiris tienen negro, en fin. Después de una hora estoy relajada, me olvidé de la pega, y a pesar de que la dibujé a ella, el cansancio que muestra el dibujo es el mío. Allí lo dejé, como exorcizado, atrapado. Fue el mejor descanso.